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Lucha entre Góngora&Quevedo

Cuando se habla de la literatura del Siglo de Oro, no se puede dejar de lado un tema que causa interés en casi todo el mundo. La lucha entre Quevedo y Góngora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Todo comienza cuando Luis de Góngora se traslada a Valladolid con la Corte, por donde empiezan a circular los primeros poemas de Quevedo que imitaban a los de Góngora. Quevedo tenía solo veinte años, cuando su rival pasaba los cuarenta y en los primeros poemas de Quevedo se podía ver los celos profesionales y las ganas de obtener fama.

 

A partir de ahí todo fue en aumento, si uno de ellos escribía unos versos con burla, el otro respondía aún con más saña.  Estos ataques fueron llamados asaltos.

 

Pero realmente lo interesante es saber porque esta rivalidad se produce entre Quevedo y Góngora en lugar de ocurrir con otros poetas de la época. Más allá de ser un conflicto entre estos dos poetas, fue uno entre Cultistas y Conceptistas. Para empezar, Góngora  defendía el culteranismo, una tendencia literaria del siglo XVII, también denominada cultismo. Consiste en no expresar de manera natural y con sencillez los conceptos, si no expresarlos de una manera rebuscada y con una gran cantidad de recursos literarios.

 

Quevedo, que defendía el conceptismo, se burlaba de la forma de escribir de Góngora, ya que el conceptismo, como bien dice la palabra, se basa en el concepto. Los conceptistas hacían hincapié en el significado de las palabras y en las relaciones entre ellas, empleando la metáfora, la alegoría y otras técnicas para establecer relaciones entre los conceptos. Les gustaba jugar con el significado de las palabras, por lo que las palabras polisémicas, los juegos de palabra o la ironía eran sus recursos más utilizados en sus poesías.

 

Este enfrentamiento entre conceptistas y cultistas creo un odio entre ambos que llegó a extremos como el de intentar hundirse mutuamente en sus vidas privadas. A pesar de todo esto, esta revalidad nos ha dejado un gran legado de poesía satírica y burlesca forjada en el insulto, convirtiéndose en enemigos que a la vez se necesitaban el uno al otro para crear los mejores versos.

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