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Nació en Belmonte, el año 1527. Desde joven se consagró en la iglesia, y tomó el hábito de San Agustín, habiendo ingresado en el convento de Salamanca, en el cual profesó el 29 de enero de 1544.

Fue considerado como uno de los más sabios hombres de su tiempo, y no sin razón, pues conocía a fondo las lenguas orientales, y sus estudios abarcaban todo el campo del saber humano de entonces.

Pero este saber estuvo a punto de perderle, pues sus enemigos le acusaron de haber traducido al castellano el Cantar de los Cantares, cuando los cánones de entonces prohibían las traducciones de los libros santos a la lengua vulgar. Después de cinco años, fue liberado y volvió a su cátedra.

Sus poesías fueron poco o nada conocidas mientras vivió, pues la primera edición que de ellas hubo fue la hecha por don Francisco de Quevedo, cuarenta años después de la muerte del maestro, la cual fue dedicada al Conde Duque de Olivares.

La Oda a la vida rústica, es de lo más delicado y fino que se ha hecho en este género, aun sin olvidar a los clásicos latinos, hasta el mismo viejo Horacio.



 

A la vida retirada

 

¡Qué descansada vida

la del que huye el mundanal ruido

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado

ni del dorado techo

se admira fabricado

del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama

canta con voz su nombre pregonera

ni cura si encarama

la lengua lisonjera

lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presa a mi contento

si soy del vano dedo señalado?

¿Si en busca de este viento

ando desalentado

con ansias vivas, con mortal cuidado?


 

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Fray Luis de León

Garcilaso de la Vega

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nació en 1501 en el seno de una familia ilustre de Toledo y desde muy joven entra al servicio de Carlos I.

 

Entre 1520 y 1523 fue nombrado miembro de la Corte, Caballero de Santiago y armado caballero. Participó en la guerra de las Comunidades al lado del Emperador contra los comuneros, contra los turcos y contra los franceses.

 

Autor de una corta producción de versos que no publicó en vida. Tras su fallecimiento, la viuda de su amigo Juan Boscán reunió los manuscritos, los revisó y publicó en Barcelona bajo el título de Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega (1543). Su obra completa se compone de poco más de 4.000 versos que forman tres églogas, 38 sonetos, dos elegías, cinco canciones y una epístola.

 

 

SONETO XIII

 

A Dafne ya los brazos le crecían,

y en luengos ramos vueltos se mostraba;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:

los blancos pies en tierra se hincaban,

y en torcidas raíces se volvían.

 

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol que con lágrimas regaba.

 

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!

¡Que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón porque lloraba!

San Juan de la Cruz

Nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, Ávila. Hijo de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez. A la muerte de su padre la familia quedó en la miseria. Su madre trabajó en oficios domésticos en un convento.

 

En 1568 establece el primer convento de Carmelitas Descalzos. Sus intentos de reforma monástica le llevaron a sufrir prisión en Toledo en 1577 durante la cual compone los versos del Cántico espiritual. Escapa de la cárcel y se refugia en un monasterio. Sigue con la obra de la Reforma carmelitana fundando diversos conventos. En 1584 inaugura el convento de Granada, y acaba el Cántico espiritual y la Subida del Monte Carmelo y compone la Noche oscura del alma y la Llama de amor viva, que constituyen toda su obra.

 

En 1591 se enfrenta a sus superiores, que deseaban abandonar de nuevo la reforma, y por ello fue detenido y encerrado en el convento de Peñuela (Sierra Morena), donde compuso sus principales obras, hasta que se retiró a Úbeda, lugar en el que falleció el 14 de diciembre de ese mismo año. Sus últimas palabras fueron: "En tus manos Señor, encomiendo mi espíritu".

Fue canonizado en 1726 por el papa Benito XIII y declarado Doctor Místico de la Iglesia por Pío Xl en 1926.


 

ENTREME DONDE NO SUPE

 

 

Entréme donde no supe:

y quedéme no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,

pero, cuando allí me vi,

sin saber dónde me estaba,

grandes cosas entendí;

no diré lo que sentí,

que me quedé no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

2. De paz y de piedad

era la ciencia perfecta,

en profunda soledad

entendida, vía recta;

era cosa tan secreta,

que me quedé balbuciendo,

toda ciencia trascendiendo.

3. Estaba tan embebido,

tan absorto y ajenado,

que se quedó mi sentido

de todo sentir privado,

y el espíritu dotado

de un entender no entendiendo.

toda ciencia trascendiendo.

4. El que allí llega de vero

de sí mismo desfallece;

cuanto sabía primero

mucho bajo le parece,

y Su ciencia tanto crece,

que se queda no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

5. Cuanto más alto se sube,

tanto menos se entendía,

que es la tenebrosa nube

que a la noche esclarecía:

por eso quien la sabía

queda siempre no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

6. Este saber no sabiendo

es de tan alto poder,

que los sabios arguyendo

jamás le pueden vencer;

que no llega su saber

a no entender entendiendo,

toda ciencia trascendiendo.

7. Y es de tan alta excelencia

aqueste sumo saber,

que no hay facultad ni ciencia

que la puedan emprender;

quien se supiere vencer

con un no saber sabiendo,

irá siempre trascendiendo.

8. Y, si lo queréis oír,

consiste esta suma ciencia

en un subido sentir

de la divinal esencia;

es obra de su clemencia

hacer quedar no entendiendo,

toda ciencia trascendiendo



 

Además de estos poetas que ocupan un lugar privilegiado dentro de las letras españolas, en este siglo la lista de poetas célebres era muy llamativa:   Juan Boscán, Gutierre de Cetina, Diego Hurtado de Mendoza, Francisco de Aldana, los hermanos Argensola, Juan de Arguijo, Francisco de Medrano, Rodrigo Caro, Francisco de Rioja.

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